“yo nunca voy a hacerte daño” “van a amarte y vas a amar porque
te lo mereces” esto es lo que constantemente él
me dice mientras me mira o simplemente me lo escribe. Diez años han pasado
desde el día en que lo conocí, diez años en los que me jura nunca haberme
mentido y en los que yo he mentido tanto que cuando le miro a la cara siento culpa.
Fue mi primer beso real, de esos
que se dan con ganas, fuimos noviecitos
de colegio y además fue merecedor de
todas mis alocadas muestras inapropiadas de odio adolescente y me aguanto siempre como
un valiente. Primero le odiaba, luego le deseaba.
Nuestra relación no es más que
una obra de arte que se ha mantenido en pie en base exactamente a el sexo que
nunca hemos tenido, y no precisamente porque él no se haya insinuado, porque más
que insinuarse lo suyo es ir directo al grano, ni porque nunca le hubiese besado, ni porque nunca le hubiese tocado de
manera inapropiada, tiene que ver más con mis propios miedos y las mentiras que
como él dice, me cuento solo para mí.
Hace un tiempo él me dijo que yo
era una cebolla llena de capas que nunca deja de sorprenderlo, eso y que soy la
señorita dignidad, pero eso es otra historia, siempre ha sido para mí el amigo
que me insinúa situaciones embarazosas , sensuales y sexuales, con el fin de
hacerme enrojecer, pero hace poco note en mí una reacción hacia el que no había
notado antes, y es que contra todo pronóstico y toda realidad que me pudiese
imaginar, lo necesito, me gusta tenerlo en mi vida, recorriendo mi camino, creyéndome
casi todas mis mentiras, tratando de descifrarme y de meterme en su cama.
No soporto que me diga que no voy
a tenerlo más en mi vida, aunque yo sepa que es una realidad, simplemente no me
agrada, me hace sentir insignificante y vacía, y esas es la razón por la que
permito que me bese, que me toque, por la que soy yo la que busca su boca cuando
se enoja o la que saca temas
inapropiados cuando se aburre, porque necesito mantener esa tensión que lo
mantiene unido a mí, porque aunque repita mil veces que tan especial soy en su vida, la única
razón real es que lo que quiere de mi es lo que se encuentra bajo mi ropa.
Puedo admitir con certeza infinita
que con esta situación me siento perdida es la típica historia de ni contigo ni sin ti y soy la protagonista más
patética nunca antes vista, y en el fondo estoy segura de que no me importa, mientras se quede aquí.