Y un día como cualquier otro, simplemente lo note,
no podía
respirar, me dolía el pecho, mi corazón se
aceleró y mis ojos se llenaron de lágrimas,
él hablaba de ella como siempre, había estado ahí para ver su
comienzo y su final, le había escuchado pronunciar su nombre tantas veces, sin
que se me moviera una pestaña si quiera,
pero nunca me había sentido tan vacía como aquel día,
no podía contestar, no sabía que decir, fue el quien dijo te amo primero y fui
yo la que lo dejo ir y ahora mi cuerpo me gritaba amor por todas partes y yo
solo estaba allí,
de pie, atónita esperando que ese minuto pasara lo más rápido posible, porque entonces entendí
que su te amo era mentira, que sus caricias no eran mías, y que cuando me
miraba a los ojos y me decía que me quería
probablemente solo era una parte de él que quería olvidarse de ella,
pero había
algo mucho más terrible todavía, y ese era el dolor que más sentía,
y es que a pesar de negarlo una y mil veces