Hace poco vi una película diferente, que nos habla de la maternidad de una manera
menos idílica y pretenciosa o por lo menos esa es la sensación que me dejo a mí.
Nombre de la película: un feliz acontecimiento, francesa por cierto (No quiero
adentrarme en el buen sabor de boca que me han sabido dejar algunas películas
francesas no tan corrientes y no tan aburridas). No tengo ganas de hacer una
reseña de la película, no.
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Porque claro, que una mujer
no quiera casarse ( o por lo menos no antes de los treinta) y quiera primero realizarse como profesional o todo lo contrario dedicarse a viajar en
autostop por el mundo, está mal visto, porque es obvio que anteponer el
trabajo/ placer a la felicidad de tener un hogar es una idea equivocada, y si no
pregúntenle a mi madre que considera que a los treinta estas vieja para tener hijos y que
los veinticuatro son una edad promedio adecuada.

No sé cómo lo hacen, no lo he vivido, y a pesar de lo que
escribo es un tipo de amor que deseo vivir no hoy, no mañana, no en un año, pero si algún día, ojala
cuando ya no sea tarde, pero eso no evita que me pregunte si este deseo de ser
madre, proviene únicamente de mi
organización biológica o es solo un invento más de esta sociedad consumista
sedienta de que gaste mi dinero en pañales, carritos, comida, y pañaleras
baby Dior.
Lo que no se puede negar es que las madres son seres
impresionantes he increíbles porque la
entrega misma que implica traer un niño al mundo es uno de los mayores actos de
valentía conocidos y el menos valorado por cierto, por todo lo que implica sino pregúntenle a mi madre y mi hermana que están viviendo el
embarazo de la última más en la sala de urgencias que en la casa.
X.
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